martes, 3 de febrero de 2009

Cambodia: Los Mejores 5 Días de mi Vida. PARTE I

Es difícil poder expresar con palabras todas las experiencias y emociones que sentí y viví durante mi estadía en ese lejano país. Lo que realmente puedo aseverar es que algo cambio en mí durante esos días.

Voy a partir mi historia con una breve introducción. El año pasado estuve trabajando en Paris, empresa del Holding Cencosud. Era una trabajo bastante bueno, con horarios relajados, sin mucha pega, con buenas proyecciones de asenso y con un buen sueldo. Pero no me gustaba, no me sentía desafiado; no me gustó el ambiente laboral de estas grandes empresas, donde están todos haciéndole la pata al jefe, donde la mayoría se pela por la espalda y luego se saludan como si fueran los mejores amigos.
Después de 9 meses decidí que no quería hacer carrera en una mega empresa, mi destino no iba por ese lado. Lo mío es una empresa más pequeña o un negocio propio. Créanme que no fue una decisión fácil para un ingeniero relativamente competitivo, que ve como todos sus compañeros de U están metidos en el mundo empresarial, luchando por ganar fama y fortuna. Renunciar a lo que de cierta forma aspiraste durante años en la universidad.
Comencé a trabajar en Enero… en Octubre renuncie. Qué hacer después?? Mis papas me ofrecieron trabajo en la empresa familiar. Aceptar o no… es una buena pregunta. Finalmente decidí que si. Era la mezcla perfecta entre una empresa mediana y al mismo tiempo sentía que lo que hiciera era en parte mió.

Ok, tengo pega. Pero no quiero ponerme a trabajar altiro. Viajar… esa es la solución. Pero a donde?? Eureka!! Asia!! Sudeste Asiático!! En ese mismo instante mi amigo y compañero desde los 14 años, Patricio Abusleme, estaba recorriendo esos lugares. Le mando un mail, preguntándole su ruta. Calzaba perfecta con lo que yo quería hacer. Parto a mi viaje, después de casi 48 horas llego a Tailandia.
Con Patito estuvimos viajando un poco más de un mes y lo pasamos increíble. Pero Pato tenía su pasaje de vuelta casi 2 semanas antes que el mío. Por lo tanto, después de un abrazo y de desearle la mejor de las vueltas, me quedo sólo.
Decido ir a Cambodia, específicamente a Siemreap, un pueblo que queda al lado de las míticas ruinas de Ankor. Aquí comienza lo extraño y mágico.
Siempre que viajo de un país a otro, hago reservas en un hostal para la primera noche. Pero por primera vez decidí que no lo iba a hacer. Pato me dijo que lo hiciera, que en Siem Reap me podía costar encontrar alojamiento, pero algo dentro de mi me dijo que no, que fuera a la vida.














Día 1

Así que así partí. El viaje de Bangkok a Siem Reap es cuatico. Cruzando la frontera y llegando a Cambodia te encuentras con una pobreza impactante, que choca. Desde la frontera hasta mi destino, son casi 5 horas de viaje. En un “taxi”, donde vas apretado con un grupo de gringos. El camino es tragicómico, un camino de tierra en pésimo estado, pero pésimo. Hace que los peores caminos de Chile parezcan como autopistas gringas. EL auto no para de moverse, de vibrar, vas saltando (el camino tiene lomo de toros naturales). Además que el chofer se va a turbo velocidad, por un camino que no da para andar a más de 50 km/h.














Carretera Camboyana
Finalmente llegamos de noche al pueblo, yo me bajo al lado del mercado cachando 0. Los mosquitos me dan la bienvenida, rápidamente me hecho mi super repelente. A continuación comienzo a caminar con mi mochilota. Voy a un hostal… lleno. Otro… lleno. Next. Next. Chupaipa, donde me quedo a dormir.
Me siento en la vereda al lado del mercado. Dejo mi mochila a mi costado y me hago un cigarro. Pienso que voy a hacer, la situación no es terrible, simplemente es cara. Porque en el peor escenario me voy a tener que quedar en un hotel.
Sigo fumándome mi cigarro, pensando, cuando un gringo que iba caminando se me acerca y me saluda. Quizás que cara tenía en ese minuto que le llegue a dar pena. Me pregunta si estoy buscando un lugar donde dormir. Le digo que si con carita de pena. Me responde que en su hostal parece que queda una habitación disponible y que lo siga. Salto de la felicidad y me pongo a caminar detrás del. Caminamos por unas callecitas y finalmente llegamos. En la entrada de la casa esta un joven camboyano, vestido solo con unos shorts, tirado en una silla fumándose un caño.
Le preguntó si tiene habitación y me dice que si, que le queda una. Bacan!!! Subo a mi pieza y me tiro en la cama, que felicidad siento.
Aquí abro paréntesis. La gracia de este pueblo son las ruinas de Ankor. Pero las ruinas son en realidad las ruinas de un complejo de muchos templos que cubre un área gigante. Para recorrer los templos hay que contratar a un chofer, siendo la opción más barata, contratar a alguien que te lleve y te recorra en motoneta. Fin paréntesis
Después de una rica ducha de agua helada, bajo a la “recepción”. Le pregunto al compadre si sabe de alguien que me pueda llevar a los templos y me dice que sí. Que un amigo del tiene una motoneta y me puede pasear por las ruinas. Acordamos un precio y listo, tengo chofer. Luego doy una vuelta por el pueblo, como algo y me voy al sobre.

Día 2

Me despierto a las 8am y salgo del hostal. Ahí esperándome en la callecita esta mi chofer. Me dice su nombre, no le entiendo nada, pero me sonó a Maurice, así que con ese nombre lo bautice durante el resto del viaje.
Partimos en la motoneta y después de 15 minutos llegamos a la entrada de los templos. No voy a profundizar mucho con las ruinas. Lo único que puedo decir es que son maravillosas. Estuve todo el día sintiéndome como Indiana Jones y sacando fotos increíbles. Eso sí tengo que decir que me llamó la atención la enorme cantidad de niños que ha en los templos, pidiendo limosna o tratando de vender artesanía. Uno llega a la entrada del templo y es rodeado por estos jóvenes que no paran de ofrecerte cosas.

Con Maurice hablamos muchísimo durante todo el día. Me contó de lo pobre que es Cambodia. De lo bueno que ha sido el turismo para ellos. De hecho este pueblo está lleno de hoteles de lujos, donde llegan muchísimos turistas provenientes de todos los lugares del planeta. Me cuenta que la salvación económica para los jóvenes es ser guía de turismo en los templos. Pero que esto no es fácil. Hay que pagar mil dólares por una licencia. Eso allá es mucha, pero mucha plata. El sólo es conductor de motoneta, no guía. Por lo tanto no puede entrar a las ruinas, se tiene que quedar afuera.
Después de casi 8 horas recorriendo los templos, damos por finalizado el día de ruinas y volvemos a Siem Reap. En el camino me dice que le caí bien y que si quiero me puede llevar a comer a un lugar autóctono, Real Cambodia. Obviamente le digo que si.
Al pueblo llegamos de noche. Dejo mis cosas en el hostal y partimos a comer. Resulta que el lugar queda en el campo, en las afueras del pueblo. Llegamos a un lugar que parecía una mini fonda. Al aire libre, con un techo de paja. Tenía varias mesas, todas llenas y ningún turista a la vista. Todos me quedan mirando. Al lado de las mesas había una tele y un mini escenario… karaoke.
Me siento y pedimos cerveza, que llega rápidamente en una jarra llena de hielo. En ese instante un tipo se sube al escenario y comienza a cantar una balada romanticota en camboyano. Me río muchísimo. La situación es totalmente surrealista, me siento como Anthony Burdein, el clásico chef que viaja por el mundo, comiendo y teniendo experiencias en lugares bizarros.
Estoy disfrutando la situación, cuando Maurice me pregunta que quiero comer, yo le digo que elija el. Grave Error!!! Me dice que si me gusta el pollo y le digo si. Después de un rato llega una gran fuente con arroz y al lado un plato grande con un olor delicioso. No he comido nada en casi todo el día y estoy muerto de hambre.
Tomo mis palitos, agarró un bowl y le hecho arroz, luego voy a atacar el pollo. Me quedo estupefacto, qué es eso? Definitivamente no se ve como pollo. Veo puras hueas raras, como partes asquerosas de un animal. Entre todo lo que veo, lo que encuentro más mutante son unas bolitas que parecen testículos humanos… grises y con venas por fuera. Puaj!!! Que asco. Con cara de espanto le preguntó que es esto. Y me dice tranquilamente que es pollo. Me explica que el pollo se mata en la mañana y al almuerzo se come el exterior, llámese tuto, pechuga y alitas. Y en la noche se come la mejor parte, todo lo que queda. Con un ingles bastante malo y con gestos me explica que son todos los órganos, desde el cerebro y hasta el ano. Que asco!! Pero mi hambre es demasiado grande. Además que no puedo ser arrugon, Anthony habría aperrado.
Así que comienzo a comer. La verdad es que era bastante malo, había un pura huea que tenía un sabor piola, pero la textura era asquerosa. Pruebo de todo, menos las bolitas. Maurice me pregunta que por qué no las pruebo, que son lo mejor. Con una cara de asco increíble, agarro una con mis palitos y me la llevo a la boca. Tenía una textura dura por fuera, la muerdo y explota en mi boca. Arcadas, ojos rojos, repulsión, no paro de pensar que me estoy comiendo un coco humano. Desesperado me como el plato de arroz, pero el sabor no se pasa. Me tomo un vaso lleno de cerveza. El sabor no pasa!!!! Maurice está muerto de la risa, viendo como sufro como un pobre turista.
Nos quedamos charlando un rato. Ahí es cuando me habla de la escuela. Yo le preguntó escuela de qué. Y me explica que con sus amigos puso una escuela de ingles, para que los jóvenes aprendan. Yo me imagino que en el pueblo, debe haber una casita donde le enseña ingles a jóvenes de su edad (23 años). Me pregunta que si al día siguiente quiero ir a hacer clases y feliz le digo que sí.
Después volvemos a mi hostal. Había pasado casi una hora, pero el sabor no se me pasaba de la boca. Desesperado recorro el pueblo buscando chocolates, finalmente encuentro un bazar y me compró una barrita. Ahí se me ocurre una idea. Compro 2 bolsas gigantes de dulces, para el día siguiente (después les diré comos los utilicé). Me como el chocolate y por fin el sabor pasa. Raja, vuelvo al hostal y me voy a dormir.

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